Estudio Bíblico

Estudio Bíblico: Cuaresma 2 (C) – 2019

March 17, 2019


Génesis 15: 1-12,17-18

El problema para muchos de nosotros es la cuestión de nuestro legado: qué será de nosotros. Es una pregunta que a menudo implica la vida más allá de nuestro vivir actual, más allá de simplemente estar vivos, más allá de nosotros mismos como seres humanos individuales. Porque aunque no tengamos la capacidad de imaginar el futuro, no es por falta de intentarlo. Sin embargo, todavía nos preguntamos ¿por qué nos preocupamos en considerar un legado, por qué nos preocupamos en imaginarnos un más allá de nosotros mismos: que nuestras preciadas posesiones puedan mantenerse bien? ¿Que nuestro arduo trabajo no haya sido en vano? ¿Es simplemente la alegría inmediata de pensar en un mundo en el que existimos más allá de nuestros cuerpos, la emoción de una trascendencia que nuestros cuerpos parecen restringir? Cualquiera que sea la razón de nuestra propensión humana a pensar en el legado, a pensar en nuestras vidas más allá de las vidas actuales, siempre requerirá que otras personas puedan contar la historia y un mundo en el que se pueda contar la historia…

Para Abraham, como para muchos de nosotros, la preocupación por el legado, de ser recordado, está directamente relacionada con la capacidad de producción (especialmente la descendencia). Y aunque ya hay un niño en la casa de Abraham, él no cree que ese niño sea digno. Entonces, el Señor le promete a Abraham lo que más desea: el fruto de su propio trabajo. Pero, la promesa del Señor no es aquí la verdadera recompensa. La verdadera recompensa es enfrentarnos a la realidad de que el Señor es el centro creativo de nuestra imaginación y de las esperanzas para el futuro. Veamos detenidamente, por ejemplo, todo lo que Dios le pide a Abraham para convencerlo de que lo escuche: que cuente las estrellas infinitas, que traiga una ternera, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón. El Señor requiere que, al imaginar su legado, Abraham considere la fecundidad de la tierra que el Señor creó. Como tal, el legado de Abraham no es verdaderamente suyo, sino del Señor. A su vez, lo mismo se puede decir de nosotros: todo lo que tenemos viene del Señor; todo lo que producimos es de la mera participación de lo que el Señor ya ha provisto, no de nuestro propio ingenio. Y, de esta manera, si el legado ha de ser una preocupación humana positiva, no debe estar arraigado a la propia capacidad de producir o reproducir, sino al deseo de uno mismo de haber sido un participante activo y humilde de la riqueza de la creación de Dios ya presente.

  • ¿Cómo entiende que su propio legado de usted está vinculado a su relación con Dios?
  • ¿Cómo Dios le ha proporcionado provisión para la ansiedad sobre el futuro?

Salmo 27

Hay momentos en cada persona humana cuando toda la vida parece una gran guerra. En cada esquina, parece que espera una batalla más temible que la anterior. Relaciones problemáticas, aspiraciones incumplidas, desempleo, enfermedad, hambre, muerte. Si somos honestos, en toda persona se dan estos momentos de angustia. Y característico de tales problemas son a menudo los sentimientos de soledad, debilidad y derrota, cuando uno se da cuenta de que ninguna medida de auto control o fortaleza mental puede hacer frente, singularmente, a la agitación y la inquietud de la vida. Sentimientos, una conciencia de que pueden convertirse en narrativas internas muy convincentes. Narrativas internas que pueden convertirse en la única lente a través de la cual uno aprende a ver el mundo como siempre ya perdido.

No es inusual, en esos momentos, que las personas de fe recurran a los salmos en busca de orientación, como un medio para replantear la visión. El 27mo salmo es un paradigma a este respecto. Aquí, el salmista nos invita a un momento doble y vulnerable de auto identificación, el primero de los cuales es identificarse con un sentimiento básico de “¡yo contra el mundo!” (hay enemigos, adversarios entre los cuales nuestros seres queridos más cercanos pueden estar incluidos), profundamente inquietante, por lo menos. El segundo de ellos es constatar que, de hecho, nunca estamos verdaderamente solos (el Señor sigue siendo una ayuda siempre presente), un hecho por el cual damos gracias y al que damos a conocer. Al dar gracias y dar a conocer, la luz del Señor, lenta pero seguramente, se convierte en la energía mediante la cual se transforman nuestras narraciones internas, mediante la cual las batallas de la vida no siempre se pierden, sino que siempre se ganan.

  • ¿Actualmente cuáles son algunos problemas en su propia vida?

Filipenses 3: 17-4: 1

Un tema común en la literatura cristiana es enmarcar la “tierra” y el “cielo” como conceptos diametralmente opuestos, a fin de señalar el problema que cosas, como la arrogancia humana, el poder y la avaricia plantean para la salvación. Anteriormente, en el tercer capítulo de la epístola, el Apóstol distingue entre “la carne” y “el espíritu”, una dicotomía que coincide con la de “tierra” y “cielo”. Tanto “carne” como “espíritu”, y “tierra” y “cielo” señalan la diferencia entre una vida de corrupción humana y una vida de amor semejante a la de Cristo. Sin embargo, esto no significa que la carne (o la tierra) sea mala, y el espíritu (o el cielo) sea bueno. Más bien, la carne y la tierra adquieren su máximo potencial cuando sus deseos son transformados y conformados por el testimonio, la vida y la gloria ejemplificados y dados por Dios hecho carne: Jesús.

La ciudadanía del cielo, entonces, no nos da permiso para ser descuidados en la ciudadanía de la tierra. Nuestra ciudadanía del cielo fue otorgada a través de la cruz de Cristo, de la cual se derramó el Espíritu Santo sobre toda carne. Por lo tanto, somos ciudadanos del cielo en la medida en que el Espíritu de Dios en Cristo mora en nosotros y nos hace una sola familia. Dicha visión debe obligarnos a cuestionarnos la forma en que incluso los cristianos han sido “enemigos de la cruz de Cristo”, la forma en que los cristianos han mirado (y continúan haciéndolo) a través de los ojos terrenales de la fobia humana, y no a través de los ojos celestiales del amor de Cristo. Cuando la tierra y el cielo no se leen como separados, sino entrelazados, nuestra salvación, y cómo vivimos a la luz de ella, se convierte en una cuestión de acción de gracias a través de la responsabilidad ética.

  • ¿Qué se siente al tomar conciencia de que uno mismo mira a través de los ojos terrenos?
  • ¿Cómo podría nuestra ciudadanía celestial enfrentar las cuestiones contemporáneas de la ciudadanía política?

Lucas 13: 31-35

A veces es demasiado tarde. A veces perdemos la oportunidad de hablar con una persona, de ver algo, de hacer un cambio. Las señales de advertencia pueden haber estado todas presentes. La puerta puede haber estado abierta. El tiempo puede haber sido oportuno. Pero por alguna razón, nos negamos, nos estancamos, ignoramos. Y luego, llega el día en que intentamos defender un caso que parece casi perdido. Esto, en algún nivel, parece describir cómo Jesús entiende la trayectoria de su recepción por parte de algunos. Sin embargo, hay en Cristo un perdón que redime, parece que incluso las negativas inconcebibles son atraídas, despertadas, salvadas.

En realidad, eso es lo interesante de este pasaje: Jesús no estipula exactamente qué sucederá con aquellos que solo vendrán a recibirlo cuando parezca que es demasiado tarde. Aunque sabe que dirán en el último minuto: “Bienaventurado el que viene en el nombre del Señor” Jesús no responde, “¡y diré LO QUE SEA!” ¡No! De hecho, mucho antes de este lamento de que su trabajo no ha sido apreciado por su gravedad, hasta el punto del asesinato, asegura a los fariseos, independientemente de aquellos que no pueden o se niegan a escuchar, que terminará el trabajo que ha venido a realizar; hasta (y más allá) su muerte, expulsará demonios y realizará curas. ¡Y la Buena Nueva consiste en su resistencia, en la negativa de Jesús a verse socavado por amenazas de violencia! Son buenas noticias porque sabemos que el final de la obra de Jesús no es cuando lanza su último aliento en la cruz, sino cuando revela, al vencer a la muerte, que su poder para reprender y sanar es el poder que mantiene todo el universo junto. Por siempre somos bienvenidos a ser atraídos, despertados, salvados.

  • ¿De qué manera trata Cristo de atraerlo, pero usted se ha negado?
  • ¿Qué obstáculos se interponen en el camino de ser atraído hacia Cristo?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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