Estudio Bíblico

Estudio Bíblico: Cuaresma 5 (B) – 2015

March 22, 2015


Jeremías 31:31-34

Pocos pasajes del Antiguo Testamento son tan importantes – o tan difíciles de entender – como la profecía de Jeremías sobre el “nuevo pacto”. El escritor de la carta a los hebreos cita este pasaje no una sino dos veces (capítulos 8-10), se trata de un pasaje denso que describe la comprensión del escritor de la relación entre el antiguo pacto con Israel y el nuevo pacto con la iglesia. Ciertamente, este pasaje ocupa la consideración de Pablo sobre el asunto en Romanos 9:11. Y según muchos manuscritos importantes, que nuestro Libro de Oración sigue, el mismo Señor Jesucristo alude al pasaje [de Jeremías] en lo que conocemos como las “palabras de institución” de Mateo 26:28.

El gran reto para nosotros, como cristianos, es entender cómo Dios puede instituir un nuevo pacto, mientras que no se deroga el antiguo. Ciertamente lo que Jeremías describe aquí – lo que Jeremías dice que el Señor describe aquí – es un nuevo pacto en continuidad radical con el antiguo. También es con el pueblo de Dios, a pesar de su infidelidad. Sin embargo, lo que leemos aquí también tiene elementos importantes de discontinuidad.

  • ¿Cuáles son los elementos de continuidad y discontinuidad entre el antiguo y nuevo pacto, como se describe en este pasaje y en los versículos a su entorno?
  • Los versículos siguientes (35-37) parecen indicar que las promesas de Dios son permanentes. ¿Cómo podemos entender que esto es cierto, si Dios está reemplazando un viejo pacto con uno nuevo?

Salmo 51:1-13 y Salmo 119:9-16

Los dos salmos que se pueden leer esta semana se complementan entre sí como la mano y el guante – o una pierna rota y enyesada. El epígrafe de Salmo 51 dice que David compuso este salmo cuando el profeta Natán le permitió ver la gravedad de su pecado al cometer adulterio con Betsabé y organizar el asesinato del marido Urías para encubrir su crimen (2 Samuel 11: 1-12: 15). Pero todos nosotros podemos relacionarnos con este salmo, aunque nuestros pecados sean menos impresionantes. ¿Quién de nosotros no ha tenido la experiencia de despertarse – literalmente o figurativamente – con la conciencia de que hemos ofendido a Dios, violado nuestra propia conciencia, dañado a otros y sembrado el caos en el mundo en que vivimos?

En la fórmula uno del rito de la reconciliación de un penitente en nuestro Libro de Oración, después de confesar sus pecados a Dios, a la iglesia y al sacerdote, el penitente afirma: “Me propongo firmemente corregir mi vida” (Libro de Oración Común, p 369). Nuestro pasaje del Salmo 119 ofrece una guía de bienvenida a la persona que Jesús ha recogido y desempolvado. Pocas veces estamos interesados en mantener nuestro camino puro después de ver el lío que hemos hecho de él por nuestro pecado. El autor de este salmo describe la Palabra de Dios no como algo que él acepta a regañadientes, o, a falta de mejores opciones, no, la palabra de Dios es algo en lo que él se deleita. Lo que se describe aquí no es lo que Dallas Willard ha llamado “el evangelio de la gestión del pecado” (“The Divine Conspiracy”, HarperCollins, 1997); el salmista habla de vivir bien, y de cómo la guía de Dios permite, más que frustra, ese deseo válido humano. Eso es lo que el tío de Jesús, Zacarías, celebró en su canción: “ya librados del poder enemigo, sirvamos a Dios sin temor, con santidad y justicia ante él toda la vida” (Lucas 1: 74-75).

  • Sea honesto: cuando usted toma la Biblia, ¿piensa que es una fuente para vivir bien la vida? Si lo piensa, ¿lo piensa así siempre? Si no, ¿alguna vez lo pensó?
  • ¿Hay momentos en los que, al igual que el salmista, se ha deleitado en la lectura de las Escrituras? ¿Se puede imaginar que ese es su caso siempre?

Hebreos 5:5-10

Aquí el autor de la carta a los hebreos piensa en tres principales sacerdotes: en Melquisedec, en el sumo sacerdote descrito en la Torá, y en Jesús. La mayoría de sus oyentes – personas de origen judío que habían aceptado reconocer a Jesús como el Mesías de Israel – habrían naturalmente estado pensando en el sacerdote Moisés descrito como la persona que haría expiación por el pueblo de Dios en el Yom Kippur, el Día de la Expiación. Pero el autor de la carta a los hebreos se remonta a algunas de las primeras historias de la Biblia (Génesis 14: 18-20) para recordar a Melquisedec, descrito allí como el rey de Salem (en hebreo, Shalem) y un sacerdote del Dios Altísimo (en hebreo, ‘El’ Elyon) a quien Abraham trajo el diezmo del botín del victorioso rescate de su desafortunado sobrino Lot. El escritor dice entonces que Jesús es un sumo sacerdote, “según el orden de Melquisedec” (versículo 6; vea también Salmo 110: 4), reuniendo a casi toda la extensión de la historia bíblica en esta afirmación sobre el ministerio de Jesús.

  • Lea el Salmo 110. ¿Cómo sería entendido por la gente que lo cantó primero? ¿Cómo lo entiende a la luz de lo que el autor de la carta a los hebreos dice en nuestro pasaje? ¿Qué es lo que es semejante? ¿Qué es lo diferente?
  • Unos pocos versículos antes de nuestro pasaje, el autor de la carta a los hebreos dice que debido a que Jesús es el tipo de sumo sacerdote que es, es “capaz de tratarnos con carriño” (versículo 2). ¿Cómo el versículo 8 de nuestro pasaje ilumina esa declaración?

Juan 12:20-33

Un amigo mío que es pastor presbiteriano tiene el segundo versículo de este pasaje de la antigua versión “King James” inscrito en el púlpito, frente al predicador: “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (En mi iglesia hemos inscrito Juan 13: 27: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”). Su inscripción es un buen recordatorio para cualquier predicador o maestro que en última instancia, lo que atrae a cualquier persona a los discípulos de Jesús no es más que el mismo Jesús.

En este pasaje tenemos a gentiles que temían al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob que vienen, no a ver a Felipe, o a Andrés, o a cualquiera de los otros discípulos, sino a Jesús. En la medida en que llevamos a la gente a Jesús, somos sus discípulos. En la medida en que no lo conseguimos, estamos simplemente dando gusto a ejercicios religiosos para nuestro propio bien.

  • Piense en la programación de su congregación. ¿Cómo se ha diseñado el llevar a la gente a Jesús? ¿Cómo se podría fracasar, ya que solamente se lleva a la gente a la programación de la congregación?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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