Estudio Bíblico: Epifanía 6 (A) – 2020
February 16, 2020
Deuteronomio 30: 15-20
En la Antigua Alianza, el pueblo de Israel tenía una opción: la vida o la muerte. No del todo vivir o morir, o incluso vivir y permitir vivir. Más bien, era una invitación a vivir una vida exigente. Era la convocatoria a la justicia, o a la amistad con Dios, y las elecciones que daban vida. La elección dependía de ellos.
“En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes”, Moisés estableció la elección ante Israel. Tenían que elegir entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Y él suplicó que: eligieran la vida.
Elegir la vida significaba amar a Dios y a los demás y caminar en los caminos de Dios. Elegir la vida era un medio para crecer en fe, esperanza y vida. La vida es la opción de crecer en intimidad con Dios y con los demás y evitar todo lo que nos distrae de esa amistad divina. Moisés le pidió a Israel que eligiera la fe, la esperanza, el amor y la intimidad con Dios. La elección pertenecía a Israel. Y les contó cómo el corazón de Dios anhelaba su amistad, lo mismo que había anhelado una amistad sagrada con sus antepasados, Abraham y Sara y Agar, Isaac y Rebeca, Jacob y Raquel y Leah.
- ¿Cómo elige usted la vida? ¿Qué elecciones realiza en la vida diaria para dedicar tiempo a la oración, cuidar a los necesitados y caminar en los caminos de Dios?
- ¿Qué le distrae de la oración? ¿Qué le aleja de sus seres queridos? ¿En qué emplea su energía, tiempo y dinero?
Salmo 119: 1-8
Algunos eruditos bíblicos sugieren que este salmo fue escrito por el rey David a lo largo de su vida. Afirman que el salmo fue escrito, reescrito y editado muchas veces. Mientras meditaba en la bendición, el rey David vio que la verdadera felicidad es caminar en los caminos de Dios. David estaba lejos de ser perfecto. Fue un hombre que luchó y pecó mucho. Pero también amaba profundamente. Y cada vez que se sentía humillado por su ego, orgullo y defectos, David se postraba de rodillas, meditando en la palabra de Dios.
En el Salmo 119, aprendemos que la verdadera bendición requiere que leamos las Escrituras y meditemos en la palabra de Dios. La felicidad viene de reflexionar sobre la palabra de Dios y prestar atención a cómo Dios nos habla cuando rompemos su palabra. Cuando el mundo nos dice que la felicidad proviene de nuevos artilugios o un cambio de imagen completo, se nos recuerda que felices son los que caminan en la ley del Señor y observan sus decretos. La bendición viene de buscar a Dios con todo nuestro corazón. La alegría es el resultado de calmar nuestros corazones, meditar en la palabra de Dios y seguir los impulsos del Espíritu Santo.
- Cuando ora con las Escrituras, ¿qué le ayuda a escuchar las indicaciones de Dios a través de ese pasaje? ¿Qué hace para que sea difícil meditar y reflexionar sobre la palabra de Dios?
- ¿Qué significa para usted ser bendecido o feliz? ¿Qué le proporciona alegría, paz y libertad?
1 Corintios 3: 1-9
El apóstol Pablo le dice a la gente de Corinto que no les habla como a gente espiritual, sino como a gente de la carne. No como a gente preparada para una vida más profunda en el Espíritu, sino como a gente que aún necesitaba ser alimentada con leche, para recibir lo básico. Pablo afirmó que su falta de compromiso con la vida en el Espíritu era el resultado de sus inclinaciones. Hay una diferencia entre ser carnoso (la palabra griega sarkinos, que Pablo usó en 2 Corintios 3: 3) y ser carnal (la palabra griega sarkikos, usada aquí en este pasaje). Ser carnoso significa estar “hecho de carne” o ser una criatura. Ser carnal significa estar “caracterizado por la carne”.
Para Pablo, el pueblo de Corinto se caracterizó por la carne. Se entregaron ante todo tipo de desolaciones e inclinaciones que los distrajeron del verdadero amor de Dios y de los demás. Se rindieron a la auto gratificación. No a diferencia de los corintios, nosotros intentamos hacer frente al dolor físico y emocional recurriendo a sustancias, relaciones poco saludables, negación, comida, sexo o la necesidad de controlar o arreglar las cosas. Pero cuando huimos del dolor, causamos más dolor. Pablo quería enseñar a las personas a vivir en el Espíritu. Quería que los corintios, -y nos invita a nosotros-, dejaran de huir del dolor y comenzaran a abrazar la curación que proviene de la amistad con Dios.
Mateo 5: 21-37
Este pasaje pertenece al Sermón de la Montaña. Jesús le dice a la multitud que no es suficiente abstenerse del asesinato: “Les digo que cualquiera que se enoje con su hermano [o hermana], será condenado… será merecedor del fuego del infierno”. De acurdo con Barclay, en griego, hay dos palabras para enojo: thumos, que arde rápidamente como paja seca, y orge, que es un enojo de larga duración. Jesús entendió el corazón humano, y sabía que el enojo es una reacción normal. A veces, el enojo se justifica porque es el resultado de la injusticia. A menudo, el enojo es el resultado de un ego herido. Jesús condena el enojo egoísta. Él prohíbe el tipo de enojo que engendra una demanda de venganza y justicia propia. Jesús quiere que desterremos todo enojo egoísta de nuestras vidas. No es una citación para suprimir o reprimir el enojo, sino para abandonarlo. Jesús nos pide que no permitamos que el enojo demore demasiado.
- Cuando el enojo se acumula, ¿cae en él o es capaz de superarlo? ¿Qué le ayuda a superarlo?
- ¿Cómo la oración, la meditación o la celebración de los sacramentos le ayudan a llevar el enojo a Dios y permitir que Dios lo transforme?
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