Estudio Bíblico: Propio 14 (C) – 2019
August 11, 2019
Isaías 1: 1, 10-20
Hay promesa y misericordia, fidelidad (o falta de ella) y cumplimiento en cada una de las lecturas del leccionario de hoy. Incluso en el áspero reproche del Señor a Judá y a Jerusalén en este pasaje de Isaías, hay, en última instancia, una promesa de misericordia: los pecados como el rojo más vivo se volverán blancos como la nieve, como la lana, aun cuando los sacrificios vacíos y el culto poco sincero del pueblo, han extendido la paciencia de YHWH más allá del punto de ruptura. La gente ha prestado atención sin pensarlo a la letra de la ley, ofreciendo oraciones y sacrificios, incluso cuando han ignorado el espíritu detrás de ella, como lo demuestra la necesidad de recordarles cómo se ve hacer el bien: cuidar de los más vulnerables de ellos, los oprimidos, los huérfanos, las viudas. La absoluta divina decepción es subrayada por la misma gramática de Dios en este pasaje, el gran “Yo soy” (Éxodo 3:14) que proclama, notablemente, “estoy cansado… ya es suficiente … no puedo soportarlo”.
Mientras que todo lo que no se puede soportar se expresa enfáticamente en términos del pronombre posesivo de segunda persona, tu: tus sacrificios, tus nuevas lunas, tus festivales designados, tus manos llenas de sangre. En otras palabras, nada de lo que la gente está haciendo, ya sea dentro o fuera del templo, tiene algo que ver con el “Yo soy”. Sin embargo, incluso después de todo eso, YHWH sigue buscando una relación, está dispuesto a “discutirlo”, e incluso está dispuesto a prometer misericordia: “Si están dispuestos y obedientes, comerán de lo mejor que produce la tierra (v. 19)”.
- ¿Cuán débil es nuestra adoración hoy? ¿Cómo podríamos ser más conscientes e intencionados en nuestra adoración individual y corporativa?
- ¿Quiénes son los más vulnerables en su comunidad? ¿Cómo influye su adoración en sus necesidades o en la búsqueda de su justicia?
Salmo 50: 1-8, 23-24
Mientras que en Isaías, Dios está preparado para “discutirlo” con la gente, en el Salmo 50 está claro que YHWH no es un demandante ni un acusado, más bien, “Dios mismo está juzgando” (50: 6). Esta soberanía última se destaca más elocuentemente en las primeras tres palabras del salmo en hebreo. En la traducción, leemos la frase inicial como: “El Señor, el Dios de los dioses”. Pero en hebreo, la frase de apertura es simplemente una repetición e intensificación cruda y poderosa de los nombres de Dios: ʾel, ʾelohim, yhwh. Es como si el salmista estuviera cantando el nombre de Dios cada vez más profundo y quejumbroso: Dios, DIOS, Dios, cuyo nombre está más allá del lenguaje humano, cuyo mismo discurso crea el mundo en el que vivimos, ese es Aquel con quien hemos hecho un pacto, y aún más asombrosamente, ha pactado con nosotros. Y como en el pasaje anterior de Isaías, a los que oyen este salmo se les recuerda que la fidelidad es más que simplemente realizar algún ritual o cumplir la letra de cualquier ley. Lo que verdaderamente honra es el recuerdo constante y la acción de gracias por Aquel cuya “misericordia es eterna y su fidelidad perdura de generación en generación” (Salmo 100: 4).
- ¿Cómo puede usted recordar las promesas de Dios cuando se desliza hacia el olvido?
- ¿Se imagina ser tan paciente con las deficiencias de otros como lo es Dios con las nuestras?
Hebreos 11: 1-3, 8-16
Los temas de promesa y fidelidad también oscilan en el corazón de la carta de Pablo a los hebreos. Comienza este capítulo de su carta con la útil, elocuente y muy citada definición de la fe como “la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de las cosas que no vemos” (11: 1). El griego pistis/pistos, fe /fiel, aparece ocho veces en estos doce versos, cinco de los que se encuentran en la anáfora retórica de la frase inicial repetida “por la fe”. En particular, epangelia, promesa, se menciona cuatro veces, por no mencionar las promesas implícitas en “herencia” (11: 8) y la ciudad preparada por Dios para los fieles (11:16). En un lenguaje que recuerda el Salmo 50: 1, Pablo proclama que “por fe sabemos que Dios formó los mundos mediante su palabra” (11: 3).
Si en los pasajes de Isaías y del salmo se nos dan ejemplos de apostasía y adoración hipócrita, la carta de Pablo a los hebreos hace referencia al compromiso ejemplar de otro antepasado, Abraham, que por fe obedeció de todo corazón. En su fe inquebrantable, e incluso en su vejez, recibió la promesa de descendientes, “tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar” (Gen. 22:17; 15: 5). La incalculable paciencia y la misericordia de Dios son reemplazadas solo por la naturaleza exponencial de la promesa de Dios a los fieles, un cumplimiento con implicaciones de largo alcance: “Y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de ellos, porque me han obedecido” (Gen. 22:18). Todo esto, no mediante el cumplimiento de la ley, sino por la fe inquebrantable.
- ¿Cómo habla de fidelidad en su iglesia? ¿En su casa? ¿En el mundo más allá de ambos [iglesia y casa]?
- ¿De qué manera su obediencia y fidelidad están a la altura de la misericordia y promesa de Dios?
Lucas 12: 32-40
El Evangelio de Lucas comienza con una dedicación particular a “Teófilo” (literalmente, “amado por Dios”), en el que el autor escribe acerca de establecer “la historia de los hechos que Dios ha llevado a cabo entre nosotros” (Lucas 1: 1). A esta dedicación sigue rápidamente la predicción de dos eventos: los nacimientos, primero, de Juan el Bautista, luego el de Jesús. Luego, a su vez, le siguen dos himnos exquisitos particulares de Lucas: el hermoso Canto de alabanza de María, el Magnificat, y el Benedictus de Zacarías. Juntos, estos himnos, los versos iniciales y la dedicación no sólo ilustran explícitamente los temas gemelos de promesa y cumplimiento, sino que también informan en gran medida el pasaje en cuestión; porque no solo la promesa y el cumplimiento están unidos a lo largo de los escritos de Lucas, sino que son claramente inminentes en su Evangelio, como lo ilustra este pasaje. La plenitud del tiempo se desborda en Lucas; vigilar es oración, y la fidelidad es tanto un medio como un fin. Por lo tanto, “estad preparados con las lámparas encendidas” (12:35).
- ¿Hay para usted lugar en el nombre “Teófilo”, amado de Dios? ¿Puedes oír a Lucas que se dirige directamente a usted?
- ¿Qué significa amar a Dios de todo corazón? ¿Cómo se ve eso en su vida?
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