Estudio Bíblico: Propio 17 (A) – 2017
September 03, 2017
Éxodo 3: 1-15
Este pasaje presenta la primera parte de la auto-introducción de Dios a Moisés. Dentro de esta perícopa, el lector encuentra la narración bien conocida de Moisés y la zarza ardiente. Aquí, el lector descubre a Dios que, después de ser despertado a la acción por los gritos de un pueblo que sufre, encarga al renuente Moisés que comparezca ante Faraón con el singular propósito de liberar a los israelitas de Egipto. Además, el lector descubre el nombre divino de Dios, dado por Dios a Moisés, como el imprimatur de la autoridad de Moisés con respecto a los israelitas.
Dada la familiaridad de este pasaje, podríamos intentar encontrar un nuevo punto de entrada a través del cual hacer que este texto cobre vida. Tal vez este punto de entrada se pueda encontrar en vv. 3-4. Aquí, el autor ofrece al lector un vistazo del monólogo interior de Moisés revelado como tal cuando Moisés observó por primera vez el arbusto sin consumir. Moisés hace la determinación expresa de “desviarse para ver un espectáculo tan admirable”. Críticamente, “cuando el Señor vio que [Moisés] se había acercado a mirar”, Dios le hizo señas a Moisés, en última instancia colocándolo en un curso de cambio de vida (y del mundo). Emulando el ejemplo de Moisés de desviarse para ver, uno podría hacer bien en considerar aquellos casos en la propia vida donde Dios puede estar preparado para hablar, si sólo uno -como Moisés- se desviara para ver.
- ¿De qué manera esperas que Dios te hable? ¿En qué manera te ha hablado Dios de manera que no esperabas?
- ¿Cómo podríamos volvernos más intencionadamente a ver en aquellos casos en los que Dios quiere hablar con nosotros?
Salmo 105: 1-6; 23-26; 45c
Estos extractos seleccionados del Salmo 105 proporcionan una meditación guiada que dirige al lector, por medio del recuerdo, a adorar a Dios de una manera que es tanto participativa como celebrativa. La meditación del salterio ordena al lector a dar gracias, cantar, gloriarse, buscar a Dios y sus atributos y recordar las obras presentes y preexistentes de Dios. La anamnesis de los grandes hechos de Dios realizados en nombre de su pueblo fomenta el desempeño más completo del lector de cada una de estas acciones dirigidas.
La reflexión sobre esta perícopa invita al lector a hacer precisamente los imperativos establecidos en vv. 1-5, tal vez pidiendo lo siguiente:
- ¿Cuáles son los hechos realizados por Dios en mi propia vida sobre los cuales sigo maravillándome?
- ¿Cómo puede mi experiencia de Dios conducirme aún más a glorificarme y a buscarlo en mis oraciones y devoción?
Romanos 12: 9-21
El pasaje de la carta a los romanos 12: 9-21 cae cerca del comienzo de una serie de instrucciones de casi cuatro capítulos sobre el modo en que uno puede funcionar apropiadamente como miembro del cuerpo de Cristo. (Véase Romanos 12: 5). Las instrucciones de Pablo en esta perícopa parecen, en muchos aspectos, trascender simplemente los códigos de comportamiento (cf. 1 Corintios 5: 8); en cambio, estas instrucciones -y las que siguen- parecen funcionar como el medio por el cual los gentiles se matriculan hacia la santificación. (Véase Romanos 15:17).
Mientras que cada una de las directivas contenidas en el extracto del leccionario es suficientemente densa para escribir múltiples sermones, una aproximación posible para proclamar este texto podría ser la identificación de un tema compuesto que subyace a los vv. 9-21-amor irreprimible, tal vez-y el posterior examen de cómo ese tema contribuye a la santificación en Cristo.
- ¿En qué consiste el amor genuino?
- ¿Cómo demuestra el amor genuino la santificación?
Mateo 16: 21-28
El evangelio de Mateo 16: 21-28 provee la secuencia narrativa en la cual Jesús primero anuncia a sus discípulos que debe viajar a Jerusalén, donde sufrirá, morirá y resucitará de entre los muertos. Lo que sigue al pronóstico de Jesús es la equivocada reprensión de Pedro al pronóstico de Jesús y la respuesta de Jesús al mismo. Después del intercambio de Jesús con Pedro, Jesús explica a los discípulos las consecuencias de la devoción que le tienen en términos de cambio de paradigma: “el que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi casusa la conservará” (v. 25). El perícopa concluye con el apocalíptico y escatológico pronunciamiento de Jesús concerniente al Hijo del Hombre que viene en la gloria y el pago de recompensa a todos, en consonancia con los hechos realizados durante sus vidas.
Esta perícopa proporciona numerosos puntos de entrada para nosotros. Uno podría considerar enfocarse en el intercambio entre Pedro y Jesús -particularmente, la respuesta de Jesús a la reprensión defectuosa de Pedro. Allí, Jesús desafía el punto de partida conceptual desde el cual Pedro intenta apaciguar la predicción de Jesús de su propia muerte. Jesús corrige a Pedro por “no poner su mente en las cosas divinas, sino en las cosas humanas” (v. 23). Tal vez al elevar nuestras conciencias a aquellas incidencias en las que nosotros, como Pedro, preferimos las cosas humanas a las divinas, podemos evocar en nosotros una mayor receptividad de la muerte, resurrección y reino venidero de Cristo.
- ¿De qué manera fijo mi mente en las cosas humanas más que en las divinas?
- ¿Mi orientación hacia las cosas humanas impide -como una piedra de tropiezo- mi receptividad de las expresiones de lo divino?
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