[March 12, 2013] The Episcopal Church House of Bishops, meeting in retreat in Kanuga Conference Center, Hendersonville, NC, offers the following Word to the Church.
A Word to the Church:
Godly Leadership in the Face of Violence
O God, by the passion of your blessed Son you made an instrument of shameful death the means of life: Grant us so to glory in the cross of Christ, that we may gladly suffer shame and loss for the sake of your Son our Savior Jesus Christ who lives and reigns with you and the Holy Spirit, one God, for ever and ever. Amen (Collect for Tuesday in Holy Week. Book of Common Prayer (BCP) p. 220)
Dear Sisters and Brothers in Christ:
Your House of Bishops has gathered in retreat from March 8-12 at Kanuga Conference Center in Hendersonville, NC. The theme for our days together has been “Godly Leadership in the Midst of Loss.” We have heard moving reflections on loss in the wake of: the shootings in Newtown, Hurricane Sandy, the ongoing struggles in Haiti, historical trauma experienced by Native Americans in South Dakota, and physical illness. Being together in conversation, prayer and common worship, we have shared the reality of new life in the resurrected Jesus who has overcome death and redeems our losses.
Our time together has brought us to a new place of recognition with respect to how violence infects, and affects, our lives. We have considered how the reality of violence in our world, our society, our churches, our homes, and ourselves alienate us from God and each other. And we repent that we have too often neglected to challenge violence of every kind and pursue peace and reconciliation. In this Lenten season we pray: “Accept our repentance, Lord, for the wrongs we have done: for our blindness to human need and suffering, and our indifference to injustice and cruelty.” (From the Litany of Penance for Ash Wednesday, BCP p. 268)
We particularly grieve those killed by senseless gun violence in the many contexts from which we come. We lament and have cried over the widely reported mass shootings in this country, recalling tragedies like Aurora, Oak Creek and Newtown. We are outraged by the too often unseen and unacknowledged daily massacre of our young people in cities such as Chicago, Newark, Baltimore, Port-au-Prince, and Tegucigalpa. This carnage must stop.
As bishops of The Episcopal Church we embody a wide variety of experiences and perspectives with respect to firearms. Many among us are hunters and sport-shooters, former members of the military and law-enforcement officers. We respect and honor that we are not of one mind regarding matters related to gun legislation. Yet we are convinced that there needs to be a new conversation in the United States that challenges gun violence. Because of the wide variety of contexts in which we live and our commitment to reasoned and respectful discourse that holds together significant differences in creative tension, we believe that The Episcopal Church can and must lead in this effort. In fact many in this Church are already doing so, for which we thank God.
At our ordinations as bishops we pledged to “boldly proclaim and interpret the Gospel of Christ, enlightening the minds and stirring up the conscience” of those we are called to serve. (BCP p. 518) We call all Episcopalians to pray and work for the end of gun violence. We commit ourselves to lead a new conversation in our nations as to the appropriate use and legislation of firearms. And we further commit ourselves to specific actions to this end.
Praying and working together we can be instruments of God’s restoring and reconciling love for the whole world. Glory to God whose power working in us can do infinitely more than we can ask or imagine. (Ephesians 3:20)
For More Information:
La Cámara Episcopal de los Obispos ofrece una palabra a la Iglesia Liderazgo divino ante la violencia
March 20, 2013
By: The Public Affairs Office
La Cámara de los Obispos de la Iglesia Episcopal, reunidos en retiro en el Centro de Conferencia de Kanuga, Hendersonville, Carolina del Norte, ofrece a la Iglesia la palabra siguiente.
Una palabra a la Iglesia:
Liderazgo divino ante la violencia
Oh Dios, que por la pasión de tu bendito Hijo convertiste a un instrumento de muerte vergonzosa en un medio de vida para nosotros: concede que de tal modo nos gloriemos en la cruz de Cristo que suframos con alegría la vergüenza y privación por causa de tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo; que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén (Colecta del martes de la Semana Santa. Libro de Oración Común. (LOC) p. 135).
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
La Cámara de los Obispos de la Iglesia se reunió en un retiro del 8 al 12 marzo en el centro de conferencias de Kanuga en Hendersonville, Carolina del Norte. Durante el tiempo pasado juntos el tema tratado ha sido el “liderazgo divino en medio de la pérdida”. Hemos oído conmovedoras reflexiones sobre la pérdida a consecuencia de: los tiroteos en Newtown, en Hurricane Sandy, las luchas en curso en Haití, el trauma histórico experimentado por los nativos americanos en Dakota del Sur, y la enfermedad física. Al estar juntos en conversación, oración y adoración común, hemos compartido la realidad de una nueva vida en Jesús resucitado que ha vencido la muerte y redime nuestras pérdidas.
El tiempo que estuvimos juntos nos condujo a un nuevo momento de reconocimiento con respecto a cómo la violencia infecta y afecta nuestras vidas. Hemos considerado cómo la realidad de la violencia en nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestras iglesias, nuestros hogares, y en nosotros mismos, nos aleja de Dios y mutuamente. Y nos arrepentimos de que muy a menudo hemos descuidado desafiar la violencia de cualquier tipo y buscar la paz y la reconciliación. En este tiempo de cuaresma rezamos: “Acepta nuestro arrepentimiento, Señor, por el mal que hemos obrado: por nuestra ceguera ante las necesidades humanas y el sufrimiento, y nuestra indiferencia ante la injusticia y la crueldad” (De la Letanía de penitencia del Miércoles de Ceniza, (LOC) p. 186)
En particular, nos afligimos por los muertos a causa de la violencia armada sin sentido en los diversos contextos de donde provenimos. Lamentamos y hemos llorado por los tiroteos masivos ampliamente reportados en este país, recordando tragedias como Aurora, Oak Creek y Newtown. Estamos indignados por la masacre diaria, a menudo invisible y no reconocida, de nuestros jóvenes en ciudades como Chicago, Newark, Baltimore, Port-au-Prince, y Tegucigalpa. Esta matanza debe terminar.
Como obispos de la Iglesia Episcopal incorporamos una amplia variedad de experiencias y puntos de vista con respecto a las armas de fuego. Muchos de nosotros somos cazadores y tiradores deportivos, anteriores miembros militares y oficiales de la policía. Respetamos y honramos que no somos de la misma opinión con respecto a las cuestiones relacionadas con la legislación de armas. Sin embargo, estamos convencidos de que es necesario que haya una nueva conversación en Estados Unidos, que desafíe la violencia armada. Debido a la amplia variedad de contextos en los que vivimos y a nuestro compromiso con un discurso razonado y respetuoso que mantiene unidos a diferencias significativas en una tensión creativa, creemos que la Iglesia Episcopal puede y debe liderar este esfuerzo. De hecho, muchos en esta Iglesia ya lo están haciendo, por lo que damos gracias a Dios.
En nuestras ordenaciones como obispos nos comprometemos a “proclamar con valentía e interpretar el evangelio de Cristo, iluminando las mentes y despertando las conciencias” de los que estamos llamados a servir (LOC p. 420). Hacemos un llamamiento a todos los episcopales a que oren y trabajen para lograr el fin de la violencia armada. Nos comprometemos a liderar una nueva conversación en nuestras naciones en cuanto al uso apropiado y la legislación de las armas de fuego. Y además nos comprometemos a realizar obras concretas en este sentido.
Orando y trabajando juntos podemos ser instrumentos del amor de Dios restaurador y reconciliador del mundo entero. Gloria a Dios, cuyo poder que obra en nosotros puede lograr infinitamente más de lo que podemos pedir o imaginar (Efesios 3:20).