You may know me as the pastor who is always talking about love, and I am. But today I am mindful that the urgency of love—true, sacrificial love that respects all of humanity—is not just a good feeling, and it is not easy.
We are called to a love that demands much from us. We are called to a love that tells the truth.
Today I raise my voice for love because more than 10,000 people have died in Gaza, including more than 4,000 children.
The violence is horrific, and the geopolitics are complex, but my call to love is simple: Stop the killing. Stop all of it. Stop it today.
We will not be silent while an entire population is denied food, water, electricity, and fuel needed to run hospitals. We cannot stand by while thousands of civilians die. Our partners in the region tell us they live in terror—that they feel they have died even while alive. They feel that the international community is tacitly sanctioning the killing of civilians and the bombing of schools, hospitals, and refugee camps.
Staying quiet in this moment would be a stain upon our souls and would deepen our complicity.
U.S. leadership must tell Israel to stop bombing civilian areas and allow access for full humanitarian aid to flow freely into Gaza.
Every human child of God—Palestinian and Israeli—deserves safety and security. We need to stop the killing. Today.
Vengeance will not bring back the dead. Retaliation will not repair the harms and the hurt. We are called to love, even and especially when it seems impossible.
We must stop the next 10,000 from being killed. As Episcopalians, we must call upon our leaders—President Biden, members of Congress, and others—to be unequivocal that we need to stop the killing. Today. This is clearly what love demands of us.
El obispo primado Michael Curry se pronuncia sobre más de 10.000 muertos en Gaza: que cese la matanza
Quizás me conozcan como el pastor que siempre habla del amor, y lo soy. Pero hoy estoy consciente de que la urgencia del amor —un amor verdadero y sacrificado que respeta a toda la humanidad— no es sólo un buen sentimiento y no resulta fácil.
Estamos llamados a un amor que exige mucho de nosotros. Estamos llamados a un amor que dice la verdad.
Hoy levanto mi voz por amor porque más de 10.000 personas han muerto en Gaza, entre ellas más de 4.000 niños.
La violencia es horrible y la geopolítica es compleja, pero mi llamado al amor es simple: que cese la matanza. Que cese del todo. Que cese hoy.
No guardaremos silencio mientras a toda una población se le niega los alimentos, el agua, la electricidad y el combustible necesarios para el funcionamiento de los hospitales. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras miles de civiles mueren. Nuestros asociados en la región nos dicen que viven aterrorizados, que sienten que han muerto incluso en vida. Sienten que la comunidad internacional está aprobando tácitamente la matanza de civiles y el bombardeo de escuelas, hospitales y campos de refugiados.
Quedarnos callados en este momento sería una mancha en nuestras almas y profundizaría nuestra complicidad.
Los dirigentes de Estados Unidos deben decirle a Israel que cese de bombardear zonas civiles y permita el acceso para que toda la ayuda humanitaria entre sin restricciones en Gaza.
Todo ser humano hijo de Dios, palestino e israelí, merece seguridad y protección. Necesitamos que cese la matanza. Hoy.
La venganza no traerá de vuelta a los muertos. Las represalias no repararán los daños y perjuicios. Estamos llamados a amar incluso, y especialmente, cuando parece imposible.
Debemos impedir que maten a los próximos 10.000. Como episcopales, debemos pedir a nuestros líderes (al presidente Biden, a los miembros del Congreso y a otros) que digan de manera inequívoca que debe cesar la matanza. Hoy. Esto es claramente lo que el amor exige de nosotros.