Epifanía 4 (C) – 30 de enero de 2022
January 30, 2022
LCR: Jeremías 1:4–10, Salmo 71:1–6, 1 Corintios 13:1–13, San Lucas 4:21–30
La Iglesia comparte una Buena noticia en este cuarto domingo de la estación de Epifanía: la Escritura se ha cumplido en Jesús; Dios se ha revelado a todos los pueblos y se hace realidad al escuchar las suplicas de su pueblo que ora por paz y tranquilidad. La liturgia de hoy nos asegura que Dios tiene autoridad y control sobre todas las cosas en el cielo y en la tierra, cumpliendo su promesa de que cualquiera que escuche esta Buena Noticia puede alcanzar la vida eterna.
Según el profeta Jeremías, el Señor escoge y da autoridad a quien ha de compartir este mensaje, poniendo palabras de vida en los labios del predicador y la promesa de acompañarle durante la misión para la cual fue escogido. Actualmente el Señor sigue llamando a mujeres y hombres en todas partes a dar testimonio de esta verdad que contiene el mensaje de la Epifanía: la Escritura se ha cumplido, Dios se ha dado a conocer y la Iglesia necesita la participación de muchos para continuar mostrando el amor de Dios a través de la vida en comunidad.
Sin embargo, en los albores de este año 2022, todavía en medio de una terrible pandemia, podríamos preguntarnos si en efecto se está cumpliendo en la vida de los creyentes esta Palabra de liberación y sanidad. Es claro que aún seguimos clamando a una voz con el salmo 71: Señor, “sé tú mi roca de refugio”, “líbrame de la mano del malvado”. Es la Iglesia la portadora de la manifestación auténtica de Cristo vivo y real, que acompaña a su pueblo declarando a los pobres las buenas noticias, exhibiendo la justicia como una luz, rescatando a los maltratados para que puedan exigir sus derechos y declarando con toda confianza que cualquiera que cree en el Hijo de Dios puede recibir la Salvación.
Según el relato del evangelista Lucas, Jesús regresa a su casa en Nazaret, su tierra natal, para compartir la Buena noticia traducida en mensaje de libertad para un pueblo que espera la llegada del Mesías. ¡Pero qué contradicción encontramos! Sus coterráneos se mostraron reacios a escuchar la verdad, confundieron el significado de la libertad verdadera y respondieron con rechazo. Como señaló Jesús: “ningún profeta es bien recibido en su propia tierra”. Así pasa en todas partes; cada vez que la verdad hace presencia y trae luz a los que andan en tinieblas, ésta es rechazada por muchos y malentendida por otros; incluso, a veces, a quienes ofrece grandes beneficios, no se dan el tiempo para entenderla. Pero algo evidente pasa aquí y es que por más que la ira del ser humano lo intenta, no ha podido -ni podrá- burlar a Dios.
El Evangelio evidencia el comportamiento de las personas en todos los tiempos y lugares. El Hijo de Dios fue rechazado por su pueblo a pesar de su mensaje de liberación; aunque vieron la luz, prefirieron la oscuridad. La Iglesia trabaja para construir una comunidad de fe donde la Palabra de Dios ocupe el primer lugar en la vida de los creyentes. Esto se convierte en un gran desafío en tiempos actuales, en los cuales la competencia del mundo secular se confunde con la doctrina de una vida conforme a la voluntad de Dios. Ante una tarea tan difícil surgen las dudas; corremos el peligro de refugiarnos en el miedo y hasta la falta de entusiasmo nos puede desanimar, pero Dios, con la fuerza del amor, nos empuja a continuar y a no rendirnos, con la firme promesa de que el que planta con amor, un día obtendrá una gran cosecha.
En la Primera Carta a los Corintios el apóstol Pablo nos describe de forma maravillosa cómo se debe andar por el camino del amor. Los cristianos y cristianas somos conscientes de que, aunque hayamos conocido y caminado por caminos que, tal vez, no han sido los mejores, siempre hay oportunidad de hacer un cambio, de romper con las viejas estructuras de vida, de arrancar las malezas que impiden el crecimiento espiritual y de volver a plantar para reconstruir el camino del amor. ¿De qué sirve una Iglesia llena de conocimiento bíblico y de gran elocuencia si seguimos reproduciendo los patrones de quienes se sientan a predicar en los templos sin determinar que, a tan sólo dos metros, hay quienes necesitan una mano amiga para ser rescatados de las ruinas del vicio, la maldad y la soledad? ¿No es esto muestra de una falta de amor en el mensaje que compartimos?
Pero no todo está perdido, el cristiano comprometido cree que el amor es la fuerza más ponderosa de la humanidad y que nada puede derrotarlo. Se trata de la misma fuerza del amor que condujo a los profetas a no rendirse y a soportar toda clase de dolores y sufrimientos, de esa misma fuerza del amor de Dios quien envió a su Unigénito para que todo aquel que cree en Cristo se salve y tenga vida; es ese mismo amor que mantiene a la Iglesia predicando el evangelio y transformando vidas.
Jesús con su enseñanza nos deja a todos admirados; por todas partes se conoce lo que esta Palabra hace en la vida de los creyentes. El Señor sigue enviando sus escogidos para ayudar a los que están en necesidad, para restaurar la salud espiritual de los débiles en la fe, para ofrecer a todos el privilegio de ser parte de su reino de amor.
Hoy la Iglesia nos invita a vivir una verdadera Epifanía, una en la que manifestemos en nuestra vida cristiana el cumplimiento de la promesa de Dios, una donde la fe y la esperanza sean las bases fundamentales de una verdadera expresión de amor a Dios. Amén.
La Rvda. Marivel Milien, es encargada de la Iglesia Santísima Trinidad, Diócesis Southeast Florida, donde ha ejercido su ministerio durante los últimos 12 años.
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