Sermones que Iluminan

Propio 28 (B) – 2024

November 17, 2024

LCR: Daniel 12:1-3; Salmo 16; Hebreos 10:11-14(15-18),19-25; San Marcos 13:1-8.

La Iglesia se reúne en este penúltimo domingo de la estación de Pentecostés, como Cuerpo de Cristo, para recibir la plenitud de la gracia de Dios sobre cada uno de nosotros, invitándonos a profundizar en nuestra relación con las Sagradas Escrituras: a oírlas, leerlas, considerarlas, aprenderlas y asimilarlas interiormente, para mantener la esperanza de la vida eterna que Cristo nos ha asegurado. Hoy más que nunca necesitamos de una fe práctica y verdadera para mantener una relación de amor con Cristo resucitado, impulsando a los creyentes a hacer de la lectura de la Biblia no sólo un acto intelectual, sino una experiencia profunda que moldee y transforme nuestra mente y corazón, buscando la manera de ayudarnos unos a otros y hacer el bien que Jesús nos enseña.

El pasaje del Evangelio de San Marcos, en el capítulo 13, conocido como el discurso de Jesús sobre los “Últimos Tiempos”, nos advierte sobre los desafíos, engaños y tribulaciones que marcarán el inicio de lo que Él llama “los dolores de parto”. Por su parte, encontramos en el libro de Daniel, una visión de esperanza y restauración para el pueblo de Dios en medio de tiempos de angustia. Estos pasajes nos hablan de la realidad de sufrimiento y las pruebas que muchas veces enfrentamos en la vida. Sin embargo, como cristianos, sabemos que en medio de cualquier caos está presente la promesa y protección de Dios, es decir, la seguridad eterna para aquellos cuyos nombres están escritos en el “libro de la vida”. Si estamos en Cristo nuestra vida está en las manos de Dios y nuestra salvación es segura.

El texto del libro de Daniel nos da un cuadro de esperanza en medio de la adversidad. Aunque habla de tiempos difíciles lo central es que Dios tiene el control sobre la historia de la humanidad, y nos invita a perseverar en la fe, sabiendo que el sufrimiento es temporal y que Él nos tiene reservada una herencia gloriosa en los cielos. La visión del profeta Daniel nos desafía a vivir con sabiduría y a guiar a otros en el camino de la justicia como testigos del conocimiento de Dios que ya tenemos y debemos compartir.

En la porción del evangelio de este día vemos a los discípulos admirados por la belleza del templo y a Jesús sorprendiendo con la declaración: “Todo será destruido”. De este lugar, que representa el centro de la vida religiosa de un pueblo, “no va a quedar… ni una piedra sobre otra”. Tremendo contraste presenta Jesús en su enseñanza al mostrar a sus discípulos que la verdadera fe no se basa en estructuras físicas o externas, sino en una verdadera relación con Dios. Los discípulos tenían que apreciar la diferencia que existe entre lo material o pasajero y lo que es eterno.

Jesús ofrece a sus discípulos otra advertencia para todos los tiempos: “Tengan cuidado de que nadie los engañe”, refiriéndose a los falsos profetas y sus enseñanzas que pueden engañar a muchos. Por esto la Iglesia debe estar comprometida con la verdadera enseñanza. Es común encontrar personas sin acreditación o sin las facultades mínimas necesarias para impartir la enseñanza de las Sagradas Escrituras, adiestrando grupos y señalándose a sí como maestros de la Biblia, tergiversando la verdad del Evangelio y debilitando la fe de muchos.

Pero todo no termina en catástrofe. Cuando el Evangelio señala que el mundo está lleno de conflictos, guerras y catástrofes, como realidades humanas, también llama a no tener miedo: “Cuando ustedes tengan noticias de que hay guerras aquí y allá, no se asusten”, dice Jesús. Dios sigue teniendo el control; aun en medio de la adversidad los creyentes seguimos confiando en el plan de Dios para salvar a sus hijos.

La maldad que aqueja al mundo es causada por el pecado. La rebelión contra los principios divinos crea una ruptura en la relación con los demás. De ahí que, el libro de Hebreos nos anima a caminar con confianza, invitando a los creyentes a vivir una vida de fe llena de confianza en Dios, de sinceridad de corazón y de compromiso activo con la comunidad de creyentes. Nos recuerda que nuestra fe no es algo privado o aislado, sino que se vive en comunidad, con amor y apoyo mutuo. Así como hemos sido reconciliados con Dios a través de Cristo, también estamos llamados a acercarnos a Él con un corazón limpio y a animarnos unos a otros, creciendo juntos en amor y en buenas obras, permitiendo al Espíritu Santo fortalecer la fe de la Iglesia, dándonos con corazones sinceros en el camino de una vida más comprometida con la comunidad.

El evangelio declara: ” Eso apenas será el comienzo de los dolores”. Esta frase parece muy difícil de entender, pero podemos inferir que estos dolores, en cualquier mujer, anuncian el nacimiento de una nueva vida. Aunque estos tiempos sean difíciles, también son una señal de que algo nuevo y glorioso está por venir. Mantengámonos firmes en la fe y no perdamos de vista la esperanza de en redención final. El calendario litúrgico nos ofrece en este domingo acercarnos al final de la estación después de Pentecostés; es un llamado a vivir con fe firme en medio de cualquier incertidumbre, a no dejarnos llevar por el miedo o el engaño, y a recordar que, aunque el mundo pase por tribulaciones, el plan de Dios está en marcha.

Somos la comunidad de fe del pueblo de Dios y debemos estar prestos a seguir los consejos que nos presenta el Señor por medio de la carta a los Hebreos: Mantengámonos firmes, sin dudar, en la esperanza de la fe que profesamos, porque Dios cumplirá la promesa que nos ha hecho. Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. No dejemos de asistir a nuestras celebraciones y animémonos unos a otros, sobre todo cuando vemos que el día del Señor se acerca. Como discípulos de Cristo debemos vivir alertas, confiados en la protección de Dios y enfocados en lo que verdaderamente importa: nuestra relación con Él y la esperanza del futuro glorioso que nos ha prometido.

Las palabras del salmista sean para la Iglesia nuestro punto de inspiración: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, deleites a tu diestra para siempre”.

Que el Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, estén siempre entre nosotros. Amén.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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